Tres escalones que hay que subir

Este es el primer obstáculo donde va a ser preciso recurrir a 1a fuerza de voluntad del enfermo. El camino suave y ondulado que conduce a la cima del monte se halla cortado por un bloque de roca muy grande. No hay más remedio que subir a el.

Sin embargo, si el enfermo sabe, su voluntad se fortalece. El enfermo que sabe ya empieza a tener fuerza de voluntad. Pero volvamos a la gran roca.

Los enfermos más fuertes podrán subir de un salto. Pero muchos tendrán que dar un pequeño rodeo y subir a la roca mediante un escalón intermedio. Y unos pocos, los más débiles, tendrán que dar un rodeo mayor y subir dos escalones antes de pisar lo alto de la roca. La fuerza de estos débiles, sin embargo, será precisamente saber que son débiles y que, por lo tanto, han de dar un rodeo mayor o menor. La fuerza de estos débiles es sustituir el heroísmo de relumbrón por una labor callada y tenaz.

Pero todos ellos tienen que subir a la roca, porque ésta equivale a dejar de beber de repente y del todo. No hay modo de evadirse de este esfuerzo. Todo el tratamiento reposa sobre esta base.

Los que tienen fuerza para subir de un salto son los que son capaces de pasarse una semana sin beber. Yo pregunto siempre a los enfermos si son capaces de estarse una semana sin beber. Si dicen que sí, yo les digo que se la estén y que después hablaremos. Si, efectivamente. lo consiguen y no beben durante esa semana (que es la peor), la siguiente les será más fácil seguir sin beber. Ya estarán encima de la roca y el camino volverá a ser fácil para ellos. Si fracasan, el daño no es grave (apenas unas desolladuras) y entonces se les conduce al escalón intermedio, que es el de las pastillas o gotas para no beber.

En aquellos en los que fracasan las pastillas o gotas para no beber, hay que recurrir al tercer escalón: el ingreso en un sanatorio u hospital.

La finalidad de los tres escalones es la misma: que el enfermo deje de beber v siga luego sin beber. Los más fuertes subirán de un salto los tres. Los medianos se saltarán uno. Los más débiles tendrán que empezar por el más bajo. Pero en los tres casos se trata de lo mismo: de que, por el procedimiento que sea, el enfermo deje de beber y vaya acumulando días sin beber. Cada día que pasa, una vez abandonado el alcohol, el mundo del enfermo cambia, su deseo de beber varía, desaparecen unos problemas y se plantean otros. Una vez roto el círculo vicioso, los cambios se aceleran y el enfermo entra en un período de saludable crisis. Al cabo de sólo una semana de no beber, las cosas han cambiado ya, porque el mundo del alcohólico está determinado fundamentalmente por el propio alcohol y, al faltar éste, todo lo demás se modifica. Por eso, al enfermo que se considera capaz de pasar una semana sin beber, yo le digo que lo haga. Y que no piense en el futuro, porque, al cabo de una semana, ya no va a ser como él se lo imagina.

En esto consiste saltar directamente al tercer escalón. Ahora veremos en qué consisten el segundo y el tercero.