Pastillas o gotas para no beber
Estos medicamentos constituyen el segundo escalón.
Se trata de unas pastillas o de unas gotas que no hacen ningún efecto en el organismo mientras no se beba alcohol. Pero, si se bebe, entonces produce un choque terrible y el enfermo se pone a morir. Como se ve, estos medicamentos sirven para suplir la fuerza de voluntad que no tiene el enfermo. Este se toma las pastillas o las gotas y ya sabe que no puede beber alcohol. Hay que hacer, por tanto, mucho hincapié en que jamás deben darse estos medicamentos sin que lo sepa el propio enfermo. Han de tomarse voluntariamente, en forma plenamente consciente y deliberada.
Tomarlos es como estar encerrado en un sanatorio, porque el que los toma no puede beber alcohol. Pero es estar encerrado sólo en lo que se refiere a la bebida.
El enfermo entra y sale, va al trabajo, alterna con sus amigos, frecuenta incluso su bar o tertulia, pero no debe de beber alcohol.
Las pastillas o gotas para no beber, como es natural, no entienden si el enfermo ha tenido un gran disgusto que le obliga a beber o una gran alegría que hay que celebrar con vino. Tampoco entiende si es Nochebuena, o la boda de Fulanito, o el bautizo de la hija de Menganito. Estos medicamentos ignoran todas las sutilezas con que el alcohólico pretende engañarse a sí mismo. Para ellos el alcohol es alcohol, vaya servido en forma de sidra, de cerveza, de vino, de vermout, de quina, de jerez, de anís o de vodka. Incluso la pequeña cantidad de alcohol que contiene el vinagre desencadena la terrible reacción.
Y es que, naturalmente, el enfermo alcohólico tiene que dejar de beber toda clase de alcohol.
Y el que ha tomado estas pastillas o gotas se tiene que aguantar sin beber, por muchas ganas que tenga de hacerlo.
Si no las hubiera tomado, a lo mejor se bebía «una cañita sólo» y luego venían otras dieciséis después, mas luego vinos, algún vermout y, por fin, bebidas exóticas ya en plena euforia alcohólica.
De modo que, gracias a estos medicamentos, el enfermo se acostumbra a vivir sin beber. Y lo hace en la calle, en el bar, con sus amigos v compañeros, es decir, en el mismísimo escenario de sus triples hazañas alcohólicas. De esta manera se agotan sus reflejos condicionados v se desintegran sus esquemas de conducta alcohólicos. Las pastillas o gotas para no beber son, como decía unos de mis enfermos, un par de muletas que te ayudan a andar mientras las piernas cogen fuerza Al cabo de un plazo de tiempo que determinara el medico, el enfermo podrá dejar de tomar estos medicamentos. Ya habrá recuperado su dominio de sí mismo y podrá vencer, sin ayuda química, la tentación de beber, porque, durante el tiempo que ha estado sin beber, la tentación se ha ido debilitando y su voluntad se ha ido robusteciendo.
Si fracasan las pastillas o las golas para no beber, bien porque el enfermo beba aunque se ponga malo, bien porque el enfermo no sea capaz de hacer ni el mínimo esfuerzo que representa tomar unas pastillas o unas gotas (porque de ese modo, naturalmente, puede beber), entonces hay que empezar el tratamiento por el escalón mas bajo.