La fuerza de voluntad y el conocimiento
Yo suelo comparar la fuerza de voluntad a la fuerza muscular.
Supongamos que hay que subir a lo alto de una montaña (la montaña simboliza el dejar de beber). Imaginemos que la montaña tiene, por uno de sus lados, un enorme precipicio cortado a pico. Querer dejar de beber sólo a base de fuerza de voluntad es como querer subir a pulso por el precipicio a la cima de la montaña.
¿Es imposible? No. Quizá lo consiga uno de cada mil,’de cada diez mil o de cada cien mil. Pero, para hacerlo, es menester ser un atleta extraordinario. Casi todos los que lo intenten van a fracasar y, lo que es peor, se van a estrellar en el fondo del abismo.
Pues bien, siguiendo con el ejemplo, la misión del médico es conocer sendas y pasos no muy empinados, que den vueltas y revueltas, que sean a veces largos, pero que conduzcan a la cima sin grandes peligros ni fatigas. Ya que el enfermo alcohólico carece de la fuerza necesaria para subir a pulso la montaña por su cara más difícil, lo que debe hacer es ponerse en manos de una guía que le enseñe el camino mejor para alcanzar la cumbre. Este camino es largo y, en algunos momentos, va a ser duro. Surgirán rocas o pasos difíciles que exigirán un esfuerzo muscular, pero no es lo mismo tener que recurrir de vez en cuando a la fuerza que confiar única y exclusivamente en ella.
Los médicos somos eminentemente prácticos. De lo que se trata aquí no es de hacer una heroicidad, sino de conseguir un objetivo con las mayores garantías posibles. Los cementerios están llenos de héroes. La misión del médico es salvar vidas. A nosotros no nos interesa que el enfermo se enorgullezca de haber hecho lo más difícil, sino que se cure.