Complicaciones del alcoholismo
Nosotros dividimos las complicaciones del alcoholismo en tres grandes grupos: mentales, corporales y sociales.
Entre las complicaciones mentales, la más frecuente es la paranoia de celos. Al principio, los enfermos empiezan a pensar, sólo cuando están bebidos, que su mujer les engaña. Luego, poco a poco, aún sin estar bebido, el enfermo se muestra celoso de todo el mundo, a veces hasta de sus hijos. Por fin el enfermo acaba convencido de que su mujer le engaña -con uno o con varios- y, desde este momento, se le debe considerar como un enfermo mental y además como un enfermo mental peligroso, porque no es raro que atente contra la vida de su esposa.
Tiene mucho interés destacar que los enfermos con celos suelen «dar la vuelta» a la causa y al efecto y explicar que beben para olvidar que su mujer les engaña, cuando lo que sucede es precisamente todo lo contrario: creen que su mujer les engaña porque el alcohol les ha afectado el cerebro.
Pero, además de los celos, el alcohol puede producir toda clase de enfermedades mentales. De ellas, las más características son la alucinosis alcohólica y el delirium tremens.
En las alucinosis, los enfermos oyen voces terribles que los insultan o amenazan. En el delirio, ven monstruos, animales y seres terroríficos. El delirium tremens es como una pesadilla horrible, pero vivida en la realidad, es decir, estando el enfermo despierto. Es, a la vez, una grave enfermedad corporal y hay muchos enfermos que mueren a causa del delirium tremens. En algunas regiones españolas, el delirium tremens se ha convertido en una causa muy frecuente de muerte.
Por último, el alcohol acaba por destruir la mente de los enfermos, los cuales pierden su inteligencia y quedan como idiotas, reducidos a una vida vegetativa.
Las complicaciones mentales, en realidad, forman un caso particular de las complicaciones corporales, ya que el cerebro es un órgano como otro cualquiera. Nosotros hemos comprobado que las complicaciones mentales y corporales suelen darse juntas y se deben a la alcoholización, es decir, al efecto del alcohol sobre el organismo.
Otras complicaciones corporales, que también afectan al cerebro, son las hemorragias, los ataques epilépticos, etc., etc. El cerebro es uno de los órganos que más sufren a consecuencia del alcohol.
Pero el alcohol también ataca al resto del organismo. En el hígado produce primero trastornos biliares y acaba por determinar una cirrosis hepática, enfermedad que, una vez declarada, suele ser gravísima y a menudo mortal. En el estómago produce una gastritis, que tiene la culpa de que el enfermo alcohólico pierda el apetito por completo. También produce neuritis con dolores, calambres y, a veces, hasta parálisis.
Otro órgano muy atacado por el alcohol es el aparato genital. El alcohol se fija en los testículos y actúa, como todos los tóxicos, produciendo primero una excitación y luego una depresión funcionales. Durante largo tiempo, el alcohólico es un hombre muy excitable sexualmente que hace el coito una o varias veces al día hasta que, de repente por regla general, se vuelve impotente. Esta impotencia suele desaparecer cuando el enfermo deja de beber, pero si no lo hace, se vuelve definitiva, porque se produce una atrofia de los testículos.
En general, puede decirse que no hay órgano al que no ataque el alcohol.
Las complicaciones sociales dependen no sólo del alcohol ingerido, sino también de la forma de beberlo, de la personalidad anterior del alcohólico y de su situación social. Las más frecuentes son las riñas con la familia y los trastornos en la esfera del trabajo.
En general la esposa no soporta al marido embriagado, que además quiere hacer uso del matrimonio a todas horas. Esto da origen a disputas agrias, a las que se añaden los celos de él y los reproches de ella por el poco dinero que entrega para la casa. Es frecuente que el hogar del alcohólico acabe dividido y, a veces, separado totalmente y que el enfermo acabe por granjearse incluso el odio de sus hijos.
En el trabajo, es corriente que el enfermo falte los lunes, porque está con resaca, y que en el centro donde trabaja le llamen la atención varias veces y terminen por echarle al fin. Otras veces es el propio enfermo el que abandona su puesto de trabajo para evitar la reprimenda de sus jefes. El caso es que, con mucha frecuencia, el alcohólico termina sin trabajo o desempeñando puestos inferiores a su categoría. Pronto asoman la miseria, el hambre y, a veces, los hurtos, la policía y la cárcel.
Otra complicación social frecuente es la riña. Hay alcohólicos que se vuelven pendencieros e inmorales y suelen también acabar en comisarías, juicios de faltas y cárcel.
Pero las complicaciones sociales también están muy unidas a las mentales y a las corporales. En realidad, tanto unas como otras no son más que facetas distintas de un mismo problema: el que plantea el hombre dominado por el alcohol.